Vistas de la Ciudad Prohibida |
1 La llegada
Primer banyo de multitudes en hutong Nanluoguxiang |
Empiezo este viaje emocionada,
como con todos, claro, cada uno es especial por algún motivo distinto. No soy
una gran conocedora de la cultura milenaria china, más allá de relatos de
amigos/conocidos que han vivido o viajado a mi nuevo país de adopción, y los
grandes hitos históricos por todos conocidos: Mao y su revolución cultural y
los tristes sucesos de la plaza de Tianan’men que acabaron con la muerte de
cientos de estudiantes en 1989, y que no llamare por su nombre por ser todavía
un tema tabú hoy en día en China. Este verano leí el libro Cisnes Salvajes, de
Jung Chang, (prohibido en China) que hace un apasionante recorrido por aspectos
socio-políticos de la historia moderna de China a través de tres generaciones
de mujeres.
Y con este equipaje en mi cabeza y el otro de maletita real, salgo de Qingdao en el AVE. 5 horas después (genial, son unos 800 km) llego a la Estación Sur de Pekín y me veo envuelta en una marabunta de miles de chinos que me empujan y atropellan con sus maletas. Pronto me espabilo y entro en combate con las mismas armas, ¡qué remedio! No estaba preparada para esto, me habían hablado de lo bulliciosa y superpoblada que es la ciudad, pero es que es la Golden Week, dios, o sea, el 50% de la población, es decir, 700 millones, se desplaza a algún destino, (afortunadamente no todos ellos a Pekín) porque todos, absolutamente todos los chinos tienen esta semana entera de vacaciones al igual que yo. Hago mi media hora de cola pacientemente para comprar un billete de metro, el transporte que usare para moverme estos días, barato, rápido y relativamente fácil de usar con la aplicación que me he descargado. Consigo finalmente encontrar el hotel, que no tiene ni un mísero cartelito en inglés. Lo he elegido por su precio y su ubicación, al lado del Templo del Cielo.
En un callejon del hutong |
La Ciudad Prohibida
Decido madrugar y armarme de
paciencia para sobrevivir a las multitudes que espero encontrarme en las colas
de entrada a la Ciudad Prohibida. Se puede decir que la cola empieza ya al
salir del metro, a media hora del palacio, ya que han cerrado todas las estaciones
cercanas a la Plaza de Tian’anmen para evitar avalanchas por las fechas que
son. La parte trasera y aledaños de la Plaza es todo lo que pienso ver, así que
por fin estoy dentro de la Ciudad prohibida con mi audio guía que me va
explicando datos históricos de lo que se cocía en palacio durante los cinco
siglos en que vivieron 24 emperadores de las dinastías Qing y Ming. Esto es
inmensamente grande, son unos 980 edificios y unas 8700 habitaciones, seguro
que me voy a cansar antes de verlo todo … Los palacios tienen nombres muy
sugerentes Salón del Cultivo Mental, Palacio de la Armonía Terrenal, de la
Pureza Celestial. Muy pocos están abiertos y exhiben algún trono o estancia,
pero acercarse para la foto se asemeja a esas imágenes que muestran a los fieles
intentando tocar a la Virgen del Rocío en el día señalado. Ni lo intento, vaya.
En los templos se realizaban cultos chamanistas manchúes, taoístas y budistas; todo
tiene su simbolismo, la disposición de los palacios, el número de torres, los colores,
los animales como aves y dragones. Resulta realmente majestuoso.
Después del pateo imperial,
pienso que será una buena idea descansar en el cercano Parque Jingshan, algo que
también han pensado otros cuantos miles. Las vistas desde la cima de la colina
son impresionantes, pero con el sol de cara y el gentío a la empuja resulta
complicado sacar una buena foto. De ahí me acerco al Parque Behai, pero la
entrada me parece cara para estar un rato y desisto. Me atrevo con el autobús,
única alternativa para ir hasta Leo Hostel, en la zona de Quianmen, donde
quiero reservar mi excursión a la Gran Muralla. He leído muy buenas criticas y cuando viajo sola me gusta apuntarme a algo en grupo, se conoce
y se charla con otros turistas/viajeros. En la zona hay también bastantes
hutongs y menos masificados que en el que estuve. Hecha mi reserva para el
jueves (300 yuanes/37.5 euros), ceno un tipico hot pot justo enfrente. Riquisimo.
Templo del Cielo y
mercado nocturno de
Waifaring
Templo del Cielo |
la Ciudad Prohibida. Aquí los emperadores ofrecían sacrificios para adorar al cielo y por eso predominan los tonos azules de las construcciones.
Me gustó mucho esta visita, aunque me entere de menos historia porque no tuve ni guía privado ni audio guía, igual merece la pena. Me da para un descansito de piernas y gente en la cama del hotel antes de mi visita vespertina al mercado.
Pinchos de escorpiones |
Impresionante paisaje, la muralla se extiende kilometros y kilometros |
Me siento inmensamente feliz y afortunada |
Este fue sin duda uno de los días en los que estuve rodeada de menos gente, contrariamente a lo que muchos habían pronosticado. Quitando la parte de la pasada de tráfico que sufrimos hasta llegar a la zona de Badaling Ancient Wall, que compartimos en sus primeros 70 km. con el resto de visitantes que se dirige a los dos puntos a los que llevan a todos los turistas, el resto del día es una auténtica gozada. El guía/conductor muy simpático nos explica con humor como en la época de su construcción (se extiende a lo largo de varios siglos, empezando en el siglo V, la mayor parte por la dinastía Ming durante los siglos XIV al XVII y finalmente con la dinastía Qing) los chinos solo tenían dos opciones, o trabajar construyéndola o luchar contra los mongoles. El riesgo de morir era alto en cualquiera de las dos opciones. Millones de trabajadores (entre 3 y 10 según diversas fuentes) perdieron la vida en la hazaña de la construcción de una de las maravillas del mundo y por eso se le conoce como el mayor cementerio del mundo.
Y si, resulta maravilloso pasear
por ella, disfrutar de las espectaculares vistas, dejar volar tu imaginación a
tiempos remotos y parar a intercambiar impresiones con otros visitantes. El
grupo con el que pase el dia resulto una agradable y variopinta compañía con
italianos, holandeses, ingleses y canadienses. Recomendable 100%.
Palacio de Verano y Mercado de la Seda
Palcos del Teatro de la Opera |
Lago y plantaciones de loto |
Hoy va a ser mi día de suerte y
voy a conseguir comprar todo lo que llevo en mente: bolso, algún regalo,
auriculares inalámbricos, ropa y cigarrillo electrónico, a ver si dejo de
fumar. Y será en el Mercado de las Perlas, justo al lado del hotel, donde puedo
dejar la maleta y recogerla por la tarde para ir a la estación a coger mi tren
de vuelta a Qingdao. El ambiente es mucho más relajado que en el de la Seda y
el regateo más fácil. Me tomo un café con dos chavales austriacos que he
conocido en el hotel y que van a seguir viaje en el famoso Transiberiano hasta
Moscú. Y digo adiós a esta tumultuosa ciudad llena de historia.
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