El
jueves 23, fiesta de Diwali, fuimos de excursión a las Cuevas de Pindaya con
las alumnas y profes del College. En Myanmar hay aún más fiestas que en España,
lo cual es un respiro para los profesores que solo tienen 10 días de vacaciones
al año. Nos convocaron para salir a las 5:30 de la mañana, una hora de brujas,
y antes de las 8 ya estábamos en Pindaya desayunando fideos (Shan noodles) y
dumplings, una masa harinosa rellena de carne en salsa, típico de la región de
Shan. Me cuesta acostumbrarme a estos desayunos-comida, soy tan de mi cafe y tostada....
Y
ya con el cuerpo cargado de energía, nos dedicamos a recorrer pagodas y
monasterios. En este país, aunque vayas a ver cuevas, en realidad son
pagoda-cuevas; no hay excursión que se precie que no conlleve cuatro o cinco
pagodas en el recorrido. La Cueva de Pindaya es un lugar de peregrinación para
los budistas y es impresionante, con multitud de pasadizos con sus estalactitas
y sus altarcitos de Budas en cada recoveco. Los Budas son de lo más variopinto
en tamaño y color, la mayoría dorados, donativos de budistas de todo el mundo.
En mi vida había visto tanto Buda junto. En la entrada hay una araña enorme con
expresión de asustar mucho y un príncipe apuntándole con una flecha. Cuenta la
leyenda que este príncipe mato a esta gigantesca araña que había atacado a
sietes hermanas que se estaban bañando en el lago, y la más pequeña luego se convirtió
en princesa. Conmovedor, ¿no?
Me
sentí famosa ese día porque nos hicimos un millón de fotos, una con cada una de
las 50 alumnas que formaban parte del grupo excursionista. Todas querían su
recuerdo con la profesora extranjera. Comimos en un monasterio, en 20 minutos,
claro. Una de las costumbres birmanas a las que nunca creo que me habituare es
esa de comer sin beber y salir corriendo. Choca tanto con nuestras
comidas/cenas que pueden llegar a durar varias horas, entre aperitivo, copa de
vino, postre, café, chupito y una tertulia infinita. Otra de las costumbres que
me choca muchísimo es la de las despedidas. Básicamente no existen. Después de
haber pasado más de 12 horas compartiendo aventura, llegamos a nuestro destino
y ni un hasta luego. Con lo que soy yo con mis besos, abrazos y charla de ya
quedaremos, y haremos y nos llamaremos, y bla, bla, bla.
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